domingo, 18 de octubre de 2009

Hay otro cine

Vaya por delante que como padre soy un gran aficionado a las películas de Disney, de Pixar o de Dreamworks, por ejemplo. Sin embargo, al igual que cuando elijo ir al cine a ver una de mayores, opto por seleccionar temáticas diferentes, directores distintos y formas de hacer cine también distintas, creo que es bueno que acostumbremos a nuestros hijos a ver otro tipo de cine.

Digo esto a colación del moderado éxito que han tenido este año en la taquilla títulos como Ponyo en el acantilado o el documental Oceanworld, que parece mantenerse en cartelera a duras penas. La verdad es buena parte del cine que ven los niños lo escogemos los mayores, pensando en ellos, pero sin ponerlos en su piel.

Tengo la manía de observar sus reacciones cuando están en la sala, entre asalto y asalto a la fuente de las palomitas. Y os puedo asegurar de que en estas dos películas los niños que se encontraban en el cine disfrutaron como los enanos que son.

Volvimos a ver Ponyo este fin de semana, en la Mostreta, sección infantil de la Mostra de Valencia, gracias a la invitación de nuestra amiga Marian, de Canal 9, ya que desde el principio no hubo entradas para los espectadores que no pertenecieran a una asociación o club.

Lo mejor de la película no es su mensaje ecologista, ni los excelentes y artesanales dibujos de Miyazaki. Lo mejor de la película es la visión que el director japonés tiene de la infancia, la esperanza que para él representan los pequeños, verdaderos héroes y heroínas de sus filmes, la fuerza de sus personajes niños y la ternura que despiertan.

Los niños, los espectadores niños quiero decir, lo ven, lo valoran, lo sienten. Saben que les están hablado de ellos mismos. No es sólo divertido, ni espectacular, ni siquiera tierno, es algo más lo que les ofrece, y nos ofrece a los padres, Miyazaki. Es un mensaje de esperanza, quizá desesperado.

Nuestra amiga Carla Gómez, directora de la revista infantil Pequeños Héroes, hace un comentario en rodalabola.com acerca de Oceanworld. Se queja, con razón, de que a algunos niños les vienen grandes las gafas que proporcionan en las salas para ver una peli en tres dimensiones, pero señala lo que disfrutaron teniendo la sensación de que estaban a punto de tocar a los animales marinos con sus manos. ¡Qué sensación! Nosotros, cuando éramos niños, ni siquiera lo hubiéramos podido imaginar. ¡Qué posibilidad de aprendizaje les proporciona esta cinta!

Una posibilidad de aprendizaje que parte de la emoción, del afecto, de la sensibilidad, que es lo que ellos, los pequeños, en realidad son, y lo que nosotros, los adultos, deberíamos recuperar, si es que los hemos guardado en el cajón del olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario