Es lo que tienen los virus. No respetan ni a los lemures ni a la cueva de Kitum. Hoy teníamos previsto pasar el día en Bioparc, pero los vómitos nocturnos de mi hijo y la fiebre matutina, nos han hecho cambiar de planes, y hemos sustituido el parque africano por el médico de urgencias.
Debido a la retahíla de niños que habían llegado al ambulatorio antes que nosotros, hemos decidido hacer la espera más agradable aguardando a que nos tocara el turno en la calle.
Casualmente y por fortuna nos hemos encontrado con una concentración de Seiscientos. A mi hijo -de poco más de 2 años- le encantan los coches, y se ha vuelto loco al verlos. A pesar de la fiebre, ha accedido a posar y hacerse fotos con algunos de estos vehículos y se ha quedado boquiabierto al verlos circular en una procesión sonora de cláxones.
Estos antiguos coches han sido el acontecimiento del día. Cierto es que hoy nos hemos quedado sin Bioparc, pero hemos tenido la suerte de dar con un evento que, jaleado y celebrado por los adultos, ha sido toda una fiesta para mi niño.
Conozco muchos padres y madres que se lamentan del escaso tiempo de que disponen para hacer actividades con sus hijos. Aunque suene manido, cada vez experimento más la importancia del tiempo de calidad sobre la cantidad del mismo. Por eso, y tras la experiencia de hoy, he llegado a la conclusión de que es fundamental saber hacer de los ratos que estamos con los pequeños una fiesta. Seguro que motivos para ello, por mínimos que sean, no faltan.
Mañana tenemos el "festival" servido: nos espera Bioparc. Si mi hijo no está para muchos trotes, habrá que posponerlo, pero no sé si podrá ser para el próximo fin de semana. Para entonces ya tenemos destino: la Fira de Tots Sants de Cocentaina. Si alguien gusta, ya sabe. Eso sí, con permiso de los virus.
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